jueves, febrero 09, 2006

El caso de las caricaturas de Mahoma y la censura mexicana

(Artículo elaborado para la revista Buzos)

Dice Paco Calderón – el famoso monero del grupo Reforma -que “ninguna caricatura ha matado a nadie, ni siquiera de risa”, opinión respetable pero que a la luz de la evidencia reciente no comparten sus patrones, que el pasado domingo 5 de febrero decidieron censurar la publicación de la tira correspondiente. ¿La razón? Que el caricaturista había elegido ese día para referirse al conflicto que se ha desatado en una parte del mundo –al menos en Europa y Medio Oriente- luego de que unos periódicos publicados en Dinamarca y Noruega, reprodujeran unos cartones en los que se representaba al Profeta Mahoma.

El problema está en que para los musulmanes, la sola imagen es una ofensa al tratarse de algo prohibido, es incluso, una blasfemia. Por si fuera poco, en los polémicos dibujos también se mostraba a su Profeta asociado a la violencia y al terrorismo como quedaba de manifiesto con una representación que en vez de turbante, colocaba una bomba sobre la cabeza de Mahoma. Como respuesta a estas publicaciones - que por cierto, se han repetido en diversos medios occidentales - se han desatado una serie de protestas que al menos al momento de escribir este artículo, ya han provocado la muerte de más de ocho personas y la quema de varias embajadas en países del Medio Oriente.

Ante este escenario y como era de esperarse, ha surgido un intenso debate sobre qué hacer en estos casos. Para algunos, como Paco Calderón, no hay duda: se trata de preservar la libertad de expresión. Es más, en su lógica, la única respuesta sensata frente a los “fundamentalistas” es “repetirles la dosis”, posición que evidentemente comparte un diario francés que ha decidido publicar una edición especial en la que recopila las viñetas que han sido criticadas.

Para otros, estos hechos les han recordado que la libertad necesariamente implica responsabilidad y límites, y que en este caso se encuentran en el respeto a las creencias de los otros. Es –
según la visión de la diputada musulmana Salima Aisa Ahmed – como si usáramos “la libertad de expresión para hacer una apología del terrorismo”, algo que naturalmente descalificaría cualquier sistema democrático. Este argumento ha sido llevado al extremo en Irán, en donde se ha convocado a un concurso de caricaturas sobre el Holocausto, exhorto que desde ahora podemos asegurar despertará la condena de países y organismos internacionales.
Pero más allá de la interesante y necesaria discusión sobre los alcances de la libertad de opinión, lo que también ha traído este caso es una clara muestra de cómo sitios web y blogs están afectando a los medios tradicionales como la prensa. La evidencia más clara es cómo se hizo pública la censura a Calderón. Si bien algunos lectores hablaron ese día al diario para preguntar por el cartón, es seguro que la omisión habría terminado por pasar desapercibida de no ser porque el caricaturista mantiene una página web en internet (www.pacocalderon.net) en la que reproduce todo su trabajo, incluida la imagen no publicada.

Con el material visible, no pasaron ni 48 horas para que los visitantes del sitio empezaran a polemizar sobre la pertinencia o no del tema y de la actuación del diario, y de ahí, el asunto fue brincando de blog en blog (gracias a José Sánchez y su Realidad Novelada por el dato) hasta que fue retomado por una estación de radio – Reporte 98.5 y luego en Imagen - que difundió el tema como noticia.

¿Qué efectos puede tener esta historia para la credibilidad del diario Reforma? Es difícil saberlo, pero lo que se hizo evidente es que el periódico evaluó los riesgos que implicaban la difusión de la tira y decidió no publicarla. Se trata, claro, de un derecho del medio que tiene el privilegio y la responsabilidad de decidir qué publica y qué no, pero que debió de estar acompañada por una explicación a los lectores. ¿Qué criterios se aplicaron? ¿cuáles son los límites para el diario?
No cabe duda, el mundo está caminando hacia una realidad más transparente en la que los lectores, radioescuchas y televidentes tienen cada vez más poder y México no es la excepción. Ojalá tomen nota los medios y recuerden este caso la próxima vez que quieran aplicar la censura.

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