sábado, abril 23, 2005

Comentario de Enrique Mendoza

Total acuerdo con el análisis del espectáculo lópez-obradorista. La estrategia fue decidida desde hace tiempo y se ha cumplido puntualmente. López Obrador es un guerrero victorioso que se dispone a recoger el botín de de batallas jamás emprendidas y sólo propiciadas por la inseguridad y la torpeza de sus adversarios. El domigo encabezó la “marcha silenciosa”. Y el lunes a primera hora regresó a sus oficinas, -tal como lo había anunciado- a despachar normalmente. Ahí está otro abierto desafío a las autoridades y la certeza que nadie hará nada. Parece que los adversarios de López Obrador, específicamente el presidente Fox, han actuado para favorecerlo. La ineptitud, la inexperiencia, la ausencia de sensibilidad política han sido las causantes de la mayoría de las equivocadas decisiones políticas de su gobierno.
Conforme avanzaba el gobierno de Fox iban cayendo los criterios razonables para resolver las controversias y los problemas propios de una sociedad compleja como la nuestra. Era notoria la falta de la política, es decir la sensibilidad, la inteligencia, la experiencia y el conocimiento de la Ley. Se esfumaron los principios del buen funcionamiento de la República avasallados por los nuevos criterios, notoriamente improvisados que lesionaron irreversiblemente, no sólo la imagen, sino la razón de ser de instituciones dignas de consideración y respeto. La política nacional ha experimentado un proceso de selección a la inversa. Privan la ineptitud, la prepotencia y la sordera. Uno de los males sociales más extendidos es haber substituido el imperativo esencial de ser por la neurótica premura de tener o parecer.
Y si lo vemos objetivamente ni izquierda ni derecha derrotaron al anticuado y estropeado PRI que cayó víctima de la miopía de sus dirigentes, del hartazgo generalizado, manejado en su prolongada expiración, precisamente por personalidades sin convicción ni carrera partidaria.
López Obrador ha aprovechado hábilmente las emociones izquierdizantes de algunos intelectuales que se desviven para posar junto él y así expían públicamente el pecado de haber sido beneficiarios del viejo sistema por su papel de críticos a modo. La impresión general es la de un quebrantamiento del estado de Derecho, salvo la opinión de los intelectuales miopes y cursis, paralizados por su narcisismo, aferrados a su militancia de la izquierda festiva, que aspiran a protagonizar o a reseñar, aunque sea de soslayo, alguna aventura guerrillera. Y ¿dónde está el PRI?

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