lunes, junio 26, 2006

Tomemos partido

(Artículo publicado en Excélsior el 24 de junio)
Ocho días nos separan de la elección y ha llegado el tiempo de tomar partido. En los últimos seis meses, los mexicanos hemos sido testigos y partícipes del desarrollo de las campañas. Durante este periodo, la mayoría de los analistas han puesto el acento en las críticas. Se ha dicho que no han aparecido las propuesta y que los mensajes negativos han marcado la pauta. Frente a esa visión yo les propongo otra, que parte de que en la política las cosas hay que hacerlas con lo que tenemos y no con lo que quisiéramos contar.

La contienda que hemos visto no está para hacerle un homenaje, sin embargo, ha cumplido su función. A estas alturas nadie puede alegar que Felipe Calderón, Andrés Manuel López Obrador, Roberto Madrazo, Patricia Mercado y Roberto Campa, sean todos iguales. A pesar de sus limitaciones, las campañas han servido para reflejar las diferencias en sus personalidades y proyectos, y hoy contamos con suficientes elementos para poder elegir. Por cuestiones de espacio me enfocaré en los dos aspirantes a la Presidencia que las encuestas colocan con mayores posibilidades de triunfo.

Empecemos por Andrés Manuel López Obrador. Del candidato perredista podemos decir mucho. Lo hemos visto como candidato a la gubernatura de Tabasco, Presidente del PRD y sobretodo como Jefe de Gobierno. Sabemos cómo entiende a la política. Le gusta y sabe usar el conflicto, habilidad valiosa en un político que le permite definir sus adversarios y banderas. A lo largo de los años López Obrador ha mostrado su carácter que lo mismo le permite decidir la controvertida construcción de obras como los segundos pisos, que asignar a Palacio Nacional como la casa presidencial si es que gana el 2 de julio. Andrés Manuel es un hombre impulsivo e intuitivo que está convencido de su razones, lo que le permite enfrentar la adversidad, al tiempo que le impide responder con rapidez a los cambios en el entorno.

Si votamos por López Obrador sabemos qué estaríamos eligiendo. Un Presidente con una imagen fuerte – lo hemos visto en su relación con los otros poderes, incluidos los medios de comunicación - que colocaría sus propuestas por delante de las críticas, lo que probablemente nos llevaría a replicar desde el poder la polarización que hoy hemos visto durante las campañas, en particular, por su política social que algunos ven como la respuesta a sus súplicas y otros consideran como la vía más corta para volver a las crisis y al corporativismo que tan bien conocemos.

En la otra esquina encontramos a Felipe Calderón. Pese a su paso por la dirigencia de Acción Nacional y sus cargos en el gobierno de Vicente Fox, el michoacano resultaba un desconocido para muchos hasta que empezó la batalla. Hoy sabemos que su propuesta de gobierno pasa por la construcción de una coalición. La apuesta es clara: construir los acuerdos con los partidos políticos que le permitan sacar adelante las reformas estructurales que se le atoraron al foxismo. En este tiempo, Calderón fue tibio en sus posiciones públicas ante la administración de Vicente Fox. Lo cierto es que tampoco hicieron falta para entender – vía la presencia en su equipo de Josefina Vázquez Mota y Eduardo Sojo, por mencionar sólo algunos – que un eventual triunfo implicaría en muchos sentidos una continuidad de lo que hasta hoy hemos visto, al menos en temas como política económica y social. Si eso es bueno o malo, dependerá de su propio juicio.

Estamos ante dos visiones claramente diferenciadas. Si gana uno u otro, el país caminará durante los próximos años por rutas distintas. Por eso es importante tomar partido. Debemos hacerlo porque se nos acaba el tiempo. El próximo dos de julio en la noche sabremos todos el nombre del próximo Presidente de México. A partir de ese momento habrá que dar la vuelta a la página. Seguiremos siendo fieles a nuestras ideas pero habrá que hacer una pausa de al menos tres años en la lucha política. Quien gane deberá recibir nuestro apoyo y en la medida de lo posible, deberemos ser generosos para que pueda lleva a la práctica sus propuestas de campaña. Sabotearlo simplemente porque no fue nuestra opción sólo condenaría el país a seis años de parálisis.
Esta batalla deberá llegar a su fin dentro de ocho días, cuando daremos paso a la reconciliación; ahora, es el momento de tomar partido.

sábado, junio 17, 2006

Adiós a las encuestas

(Artículo publicado el 17 de junio en Excélsior)
Compañeras de viaje de la democracia mexicana, las encuestas se han convertido en protagonistas de todo proceso electoral. Gracias a ellas los perredistas vieron durante meses al 2 de julio como un mero trámite. No había duda, Andrés Manuel López Obrador iba solo en su camino hacia Palacio Nacional. Luego empezaron las campañas, Felipe Calderón dio la sorpresa en el PAN y el partido que todos daban por muerto logró generar expectativas de triunfo. A lo largo de los últimos meses el panista alcanzó y hasta rebasó. Los perredistas reaccionaron, recuperaron el terreno perdido y hoy, según todos los estudios de opinión serios, la moneda está en el aire.

De las últimas cinco encuestas que se han publicado ya con el posdebate, dos –El Universal y GEA-Isa – colocan a Felipe Calderón como puntero, y tres – Reforma, Demotécnia y Consulta Mitofsky – ubican a Andrés Manuel al frente de la contienda. La diferencia es importante, sin embargo, en ninguna la distancia entre uno y otro es superior a tres puntos.

Salvo la encuesta de El Universal todas también coinciden en que luego del encuentro entre los candidatos a la Presidencia – y la polémica en torno a Diego Zavala – López Obrador creció y Felipe Calderón perdió terreno en la intención de voto. No obstante, vistos los datos es posible citar al titular de Excélsior del 7 de junio: Pega pero no tumba, atinada frase que en su momento describió el desempeño del panista la noche del 6 de junio, y que ahora se puede aplicar al posdebate claramente ganado por el perredista. Que la campaña de la Alianza por el Bien de Todos se encuentra en buen momento, no hay duda, sin embargo aún no puede cantar victoria.

Habrá que esperar a la última avalancha de mediciones, no obstante, parece difícil que los datos cambien hasta alcanzar rangos que sean definitivos. De cumplirse este pronóstico, resultará claro que las encuestas, ésas que nos han cautivado durante años, serán instrumentos inútiles a la hora de pronosticar el resultado del próximo 2 de julio. Con resultados que caben dentro de los márgenes de error, un electorado que ha mostrado su volatilidad en los últimos meses, y un porcentaje de indecisos que aún puede cargar la balanza, nadie puede asegurar quién será el ganador. Por ello, es que ha llegado el momento de dejar las encuestas a un lado para poner nuestra atención sobre los operadores políticos.

Durante los próximos días la duda no serán más las preferencias electorales, esas ya las conocemos; el reto ahora será convertir esas intenciones en votos en las urnas. Esa será la variable que determine el final de esta historia y ésa, la operación, no hay encuesta que la mida.

Es la hora de Convergencia y su capacidad para movilizar a los electores en Veracruz y la conflictiva Oaxaca; es el tiempo de los gobernadores priistas, cuya fidelidad al PRI ha sido puesta en duda; y es también la hora de Elba Esther Gordillo y su alianza con Vicente Fox.

Dos semanas faltan para el día de la elección y en este plazo será cuando sabremos si las listas partidistas para el Congreso, esas de las que ya no nos acordamos, tuvieron sentido o no. Es el turno de Benjamín González Roaro y Diódoro Carrasco que pasaron de las filas del PRI al PAN; pero también de Raúl Sifuentes y Enrique Ibarra, que deberán demostrar que su llegada al PRD se traducirá en votos en Coahuila y Jalisco, respectivamente.

A esta, la etapa final, llega el PRI cargado de experiencia pero con la amenaza del voto útil que pende sobre su cabeza, y el costo de haber perdido a figuras como Roberto Vega Galina - dirigente del sindicato del IMSS-, y a la propia Elba Esther, Presidenta del SNTE, cuyas facturas todavía están por valorarse; para el próximo 2 de julio, el PRD podría sentirse confiado luego de su paso por las plazas públicas sino fuera porque la historia les ha demostrado que los zócalos no votan, como recientemente les recordó Cuauhtémoc Cárdenas; y el PAN, llegará a las urnas por primera vez en su historia, como el partido en el gobierno federal y con la esperanza de que los electores que usualmente no llegan a sus mítines, salgan a la hora de votar tal y como lo hicieron hace seis años.

Finalmente, en los próximos 15 días influirán el entorno económico nacional, el desempeño del gobierno foxista, los conflictos estatales y quizá hasta el estado de ánimo que nos produzca la Selección Nacional; todo un cóctel que nos recuerda los límites de las encuestas y lo frágil que puede ser la supuesta certidumbre política.


macampos@enteratehoy.com.mx

lunes, junio 12, 2006

Percepción NO es realidad

(Artículo publicado en Excélsior el 10 de junio)

Quienes trabajamos de alguna manera con los medios –politólogos, publicistas, mercadólogos y políticos– lo sabemos: percepción es realidad. Y como en "La boa", la célebre canción de la Sonora Santanera, también lo saben los locutores, los periodistas y los ingenieros. Todos lo saben. Y lo sabemos porque lo hemos visto. Si alguien lo duda, puede recordar a Arturo Montiel, quien vio desvanecer sus aspiraciones políticas en el mismo espacio en el cual las vio nacer: la prensa escrita y electrónica. Si Montiel es un corrupto o no, es cosa ajena, de tribunales. Comisiones especiales aparte, todo indica que por esa vía nunca se resolverá su caso –y ni falta que hace–, pues en el juicio de la opinión pública, Montiel ya fue sentenciado.

La percepción a veces lo es todo. ¿Recuerdan a Taesa? Desaparecida aerolínea que desde hace algunos años se convirtió –involuntariamente, por supuesto– en mi ejemplo favorito cuando se habla de un mal manejo de crisis. En algún momento de su trágica historia se les cayó un avión, y con él también la confianza de los consumidores, quienes le hicieron el vacío a sus taquillas hasta quebrarla.

Con estos ejemplos, resulta fácil repetir el axioma hasta cansarnos: percepción es realidad, más aún si agregamos uno de sus complementos favoritos: al menos, en cuanto a sus consecuencias. Quizás un banco no tenga problemas financieros, no obstante, bastará con que un rumor sobre sus finanzas cobre suficiente fuerza para que todos sus ahorradores quieran sacar su dinero. En ese momento, la crisis de la institución se hará realidad. Profecías autocumplidas como esta, son prueba del dicho.

Sin embargo, visto el panorama nacional, bien vale la pena recordar que nuestro principio tiene límites. Dicho de otro modo, lo percibido no es necesariamente la realidad. Incluso puede ser su opuesto. La reflexión viene a cuento porque nuestra clase política parece decidida a llevar el reino de la imagen hasta el límite. Vistos los spots y discursos recientes, está claro que para muchos se acabó la realidad y ya sólo existe la percepción.

Bajo esa premisa es que el PAN no ha tenido ningún problema para mentir, como lo ha hecho, al mostrar a López Obrador justificando el linchamiento de Tláhuac, cuando el entonces jefe de Gobierno se refería, en la imagen mostrada, a hechos diferentes. Miente también el PRD al inducir la idea de un Felipe Calderón firmando un aparente Fobaproa, acción evidenciada, al apuntar hechos tan simples como que la mano firmante es de un diestro, mientras que Calderón es zurdo; en esa dinámica encontramos también a Patricia Mercado, quien utiliza imágenes del primer debate para dar la idea de que sus contendientes se inclinan por un triunfo de la candidata.

Manipulaciones todas de diverso grado, pero con un denominador común: lo importante no es lo que ocurrió, sino lo que podemos hacer creer que en realidad pasó. Se dirá que eso ocurre en todo spot. Nadie cree, por ejemplo, que sea un delincuente real quien tiembla de miedo ante la oferta política de Roberto Madrazo. No obstante, aquí estamos hablando de una perversión aún mayor. No se trata de ficción, sino de distorsionar la realidad de tal forma que nada tenga que ver con la verdad.

El fenómeno ha crecido conforme avanzan las semanas y ahora se extiende hasta el discurso público. Luego del segundo debate, se cocinó la idea de un pacto entre las fuerzas políticas. Vistos los mensajes de sus promotores y participantes, el proyecto respondería a las necesidades nacionales. Basta con ver su nombre: Acuerdo Democrático por la Equidad, Legalidad y Gobernabilidad. ¿Quién criticaría semejante compromiso?
Según se anunciaba, sería una pieza clave para apuntalar la elección del 2 de julio. Todos acatarían el resultado y tendríamos una sucesión ordenada. Como ya se ha vuelto costumbre, resultó falso. Con sólo mirar su contenido, resulta claro que es una trampa con diferentes destinatarios, especialmente el IFE, al que le colocan un enorme sello de desconfianza al pedir una auditoría al Padrón Electoral y al Programa de Resultados Preliminares, a pocas semanas del día de las votaciones. Lo que se vende como un gesto de confianza es en realidad una coartada para futuras protestas poselectorales.

Que alguien se sorprenda por el hecho de que los políticos mientan, parece un acto de ingenuidad; aun así asumo el costo, pues el nivel de cinismo va en ascenso y algo debemos hacer. Cada día que pasa se pretende engañar con mayor descaro, incluso con datos que son refutables en pocos minutos.

Ante la proximidad de la elección crece la tentación de mentir, pues se asume que lo único realmente importante es la impresión que se genere en los futuros electores. Así está ocurriendo y nada indica que esto vaya a detenerse con el 2 de julio. Por el contrario, así seguirán las cosas hasta que los ciudadanos les demostremos a los políticos que también valoramos la verdad. El día que ellos lo sepan, quizá empiecen a cambiar las cosas.

lunes, junio 05, 2006

La recta final rumbo al 2 de julio

(Artículo publicado en Excélsior el sábado 3 de junio)

Es la recta final. Luego años de espera, estamos a sólo cuatro semanas de la elección del 2 de julio. Lo que está en juego es mucho. Pienso en el futuro del país, pero también en el de los contendientes. López Obrador, por ejemplo, se juega su última carta. El tabasqueño puede perder y pelear nuevamente por el cargo dentro de seis años. Formalmente nada se lo impediría. Sin embargo, parece difícil que si no gana en julio próximo, luego de su campaña de seis años desde el gobierno del Distrito Federal, vuelva a estar tan cerca del poder como lo está ahora.

Lo mismo le pasa a su paisano que desde que tenía 10 años, según contó a Andrea Legarreta en el programa Hoy, sueña con ser Presidente de México. En la elección pasada Roberto Madrazo ganó perdiendo. Francisco Labastida cargará por siempre con la derrota histórica y Madrazo salió con una carta que ha presumido desde entonces. “Yo hubiera ganado”. Su oficio y la historia le han dado la oportunidad de demostrarlo. Si no lo logra se le habrá acabado el sueño.

Felipe Calderón es el más joven de los tres. Su edad no sería un problema en caso de una derrota, la política sí. El michoacano podría seguir con su carrera y ser senador como lo fue Diego Fernández y probablemente lo será Francisco Labastida, ejemplos fieles de que hay vida después del fracaso. No obstante, se habrá acabado la ilusión de ocupar Los Pinos. El lo sabe: el PAN no es el PRD y Felipe no es Cuauhtémoc. Por eso, en las siguientes semanas los candidatos deberán apostarlo todo.

Andrés Manuel sabe que su capital lo encuentra frene al espejo. Su partido le sirve de poco y si gana será él quien merezca el aplauso. A falta de estructura depende de su conexión con los electores, de ahí que su reto mayor sea generar confianza. Pese a su intensa campaña mediática, AMLO sigue provocando miedo en amplios sectores de la población. En las últimas semanas, López Obrador ha mostrado con mayor claridad una imagen de su eventual mandato: reducción del gobierno, incremento en el gasto público – reflejado en subsidios a la gasolina, la luz, el gas, pensiones universales, etc- y un manejo económico que incluso se alejaría de lo que llamó la ortodoxia a la hora de cumplir los compromisos financieros que tiene México. Unos aplauden el modelo, otros, tienen nuevas razones para el insomnio.

Pero si confianza es la palabra clave cuando hablamos del PRD, cohesión es la que viene a la mente cuando se trata del PRI. Si el PRI no se ha desplomado en las encuestas es mérito del partido, no del candidato. Los negativos de Roberto Madrazo sigue siendo muy altos y nada permite pensar que eso cambiará en cuatro semanas. Sin un aspirante fuerte, el capital recae en la estructura. El reto es que no se desmantele ante el voto útil. De ahí los malabares de los últimos días para tratar de mostrar una imagen alentadora. “No se vayan, todavía podemos ganar”, es el mensaje que se escucha desde la campaña. Lo importante es contener la caída.

Sobretodo ante voces como la de GEA, que ayer publicó su más reciente encuesta que coloca a Felipe Calderón a 12 puntos de distancia del candidato del PRI. (34 contra 22, en población abierta). El estudio aparece en un excelente momento para el panista, a cuatro días del debate presidencial y justamente cuando el desafío blanquiazul es despertar entusiasmo. Hoy -según Consulta Mitiosky- el porcentaje de electores que cree que Calderón va a ganar, es prácticamente el mismo que el que apuesta por Andrés Manuel, (32% vs 31%). Si el PAN logra contagiar ese ánimo podrá retener el poder.

Finalmente, los próximos días también serán el campo de batalla para los otros dos contendientes. Roberto Campa deberá cumplir su misión hasta el final. Derrotado hasta ahora en todas las encuestas, su partido aún tiene una posibilidad gracias a su origen. No lo miden los estudios de opinión pero existe y pesa. Me refiero al SNTE. Su presidenta, Elba Esther Gordillo, deberá mover sus cartas. Quizá juegue con el PAN, quizá para su partido. La experiencia nos dice que la Maestra, cuando juega, lo hace en varias pistas de manera simultánea así que no sería sorpresa si la maquinaria elbista saca adelante el porcentaje mínimo para mantener a otra pieza en el tablero político.

Visto así, el Partido Nueva Alianza cuenta con un activo que ya quisiera Patricia Mercado: estructura, concepto inexistente en una campaña que cuenta con la imagen de su candidata como su único capital. Hasta donde retrataron en mayo Demotécnia y Consulta Mitofsky, Mercado logró algo que parecía imposible: mantener el impulso que le dio el primer debate, lo que le permitirá presentarse el próximo martes con más de medio registro en la bolsa. Su mensaje deberá ser claro y creíble: hace falta otra opción frente a los actuales partidos. Ya veremos si logra convencer.

Veintinueve días le quedan a esta elección. Para los simples mortales, durarán lo que dura un mes. Para quienes se juegan su futuro, apenas serán un suspiro.


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