lunes, octubre 25, 2010

¿Cuánto vive una noticia en tiempos de twitter?

Artículo publicado en la revista Etcétera de agosto de 2010

¿Cuánto vive una noticia? La respuesta como sabe todo consumidor de medios varía. El anuncio de un aumento en el precio de la gasolina apenas durará un día, el crimen de un político unas semanas y la cobertura de una crisis económica hasta meses. Pero además del valor informativo hay otro factor: la tecnología con la que es transmitida y analizada.

Porque no es lo mismo la forma en la que se vivía y procesaba una noticia cuando ésta viajaba en carta, que ahora que existen espacios de televisión y de radio dedicados las 24 horas a informar. Cambio que ha provocado que la distancia que separa a los hechos de los públicos y de sus efectos sea cada vez más corta. Fenómeno que vivió su momento cumbre con el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, noticia vista en el momento en que ocurría por millones de telespectadores.

Pero a este cambio se ha agregado uno nuevo: los tiempos en los que se analiza una noticia. Y nada ha transformado tanto esa dinámica como Twitter, la red social que conecta a miles de personas para que discutan sobre aquello que les resulta interesante.

Porque esta red no sólo permite la transmisión de la información a gran velocidad - cosa que ya hacían la radio y la televisión - sino que permite la conversación sobre esos temas en el mismo momento en el que ocurren. Y eso es lo que resulta extraordinario. Por primera vez ya no hay que esperar a reunirse físicamente con los amigos o familiares para hablar de aquello que es noticia. La discusión es inmediata, encima de los mismos hechos al momento en que se están desarrollando.

Ejemplo de ello fue la manera en que se vivieron los cambios en el equipo del Presidente Calderón del pasado 14 de julio. Al tiempo que se anunciaban oficialmente los nombres - los cuales ya circulaban desde horas antes en las mismas redes - ya se intercambiaban opiniones y análisis sobre el significado de las designaciones.

Las valoraciones eran inmediatas de tal suerte que incluso en menos de dos horas ya había chistes sobre los relevos. Que si se había nombrado a un experto en derecho canónico en la Secretaría de Economía porque ya sólo nos quedaba rezar, que si los movimientos habían sido como sacar al Guille Franco sólo para meter al Bofo Bautista, etc.

Miles de mensajes iban y venían de tal suerte que al paso de unas cuatro horas los usuarios de esa red no sólo ya habían recibido la información, sino el análisis. La borrachera informativa había sido muy intensa, tanto que ya hasta se sentían los efectos de la cruda, como si la sobreexposición al tema hiciera indispensable pasar a la siguiente noticia toda vez que el tema ya estaba agotado.

Los efectos de esta experiencia trascienden la propia red como muestra el hecho de que al menos tres de los diarios más importantes -La Jornada, Reforma y Milenio - no dedicaran su nota principal del día siguiente a informar de los relevos, tal vez en el entendido de que a 18 horas de los anuncios resultaba anticlimático salir a informar lo que ya todo mundo sabía.

¿Qué efectos tiene esto para la selección de las noticias en los medios?, ¿qué repercusiones tiene para los analistas que apuestan por una mirada más fría, uno, dos o tres días después? ¿todavía tiene sentido hablar del tema a una semana de distancia o ya suena viejo, fuera de la coyuntura?

¿Qué implica esto para las audiencias que sólo consumen las primeras impresiones como si fueran las únicas?, ¿qué signfica para las fuentes que ahora deben intervenir para monitorear e incidir en esas primeras reacciones casi al mismo tiempo que dan vida a la noticia?, ¿cómo cambia la comunicación institucional si es en esos minutos cuando se determina el valor de su información?

Asistimos a una de las transformaciones más radicales en la manera en que se viven las noticias y sus efectos sin que esté claro cuáles serán los costos y ganancias de esta nueva dinámica. Por lo pronto habrá que reconocer que el fenómeno está ocurriendo, que se hacen cada vez más claras las brechas entre quienes se informan en tiempo real, los que esperan hasta los noticieros nocturnos y los que apuestan por la prensa del día siguiente, y que es con esos relojes diferentes, y sus consecuencias, con los que tenemos que aprender a virir.

La Jornada, sus filias y fobias; revista de prensa