viernes, agosto 26, 2005

La otra crisis del 21-S

Dijeron que en el helicóptero iba el Subsecretario Miguel Angel Yunes; luego, que no se había caído sino que había aterrizado de emergencia; minutos después, aseguraron que toda la tripulación estaba sana y salva, pues incluso se habían comunicado con los familiares de uno de los pilotos. Como después supimos, todo lo anterior resultó ser falso. No obstante, así fue la difusión del accidente en el que lamentablemente perdieron la vida altos mandos de la seguridad pública de nuestro país.

Como era previsible, la mayoría de los medios de comunicación han culpado al gobierno de la desinformación. La responsabilidad, dicen, es de las autoridades que se mantuvieron en silencio durante largas horas. Indiscutiblemente, hay algo de cierto en su dicho. Como lo ilustra hasta el más elemental de los manuales de manejo de crisis, en momentos así los medios se convierten en grandes demandantes de información, que al no ser alimentados se nutren - como los tornados - de todo lo que encuentran a su paso: filtraciones, especulaciones, o testimonios de supuestos testigos; elementos todos que terminan por generar una atmósfera caótica.

A esto se suma que en estas condiciones, basta con que un medio difunda un dato para que de inmediato sea reproducido por la radio y la televisión, que a su vez sirven de fuente para los portales de internet que luego son citados por la prensa electrónica, en una especie de circulo vicioso en el que se recicla lo mismo información dura, que simples rumores.

Es verdad que esta dinámica es casi inherente a un proceso de crisis, aunque no por ello debemos aceptarlo, porque a la ausencia de información oficial debemos sumar la falta de rigor de algunos periodistas que poco aportaron en el difícil momento por el que atravesaba el país. “El gobierno dejó solos a las víctimas”, gritaba en la radio una reportera, mientras cientos de hombres peinaban la zona para tratar de encontrarlos. “Es la respuesta del narcotráfico a las acciones del gobierno”, pontificaba otro “especialista” sin presentar la menor prueba de su sentencia. O como decía el columnista Julio Hernández López en el diario La Jornada, “a reserva de los peritajes (...) lo cierto es que la mira del narcotráfico está subiendo cada vez más”. En otras palabras, “no sé el resultado de las investigaciones pero yo ya tengo listas mis conclusiones”.

Ya sea que se trate de la acción de un grupo guerrillero, un atentado terrorista o algún tipo de desastre natural, la dinámica suele ser la misma cada vez que se presentan eventos de fuerte impacto social. Y es que es precisamente por esa naturaleza, que los medios deben ser particularmente responsables en estas coyunturas. No perdamos de vista que todas las crisis se despliegan en dos dimensiones, una que les es inherente – como el daño material o la pérdida de vidas- y otra comunicativa, que extiende los efectos a poblaciones mucho más amplias que las directamente afectadas.

Por eso es que después de la crisis del 21 de septiembre, los medios de comunicación deberían de realizar un ejercicio de autocrítica con miras a establecer y hacer públicos sus criterios de actuación ante ese tipo de escenarios, de tal forma que su público sepa con qué se puede encontrar. ¿Darán juego a las especulaciones o sólo publicarán hechos confirmados?, ¿rebelarán toda la información que llegue a sus manos o incorporarán criterios de seguridad nacional?,¿difundirán las imágenes de las víctimas o se abstendrán por respeto a ellas y a sus familiares?

Tener respuestas claras a estas y otras preguntas ya no es más una mera opción. En un mundo en el que lo caótico, lo imprevisible y lo trágico forman parte de la cotidianeidad, no debemos dejar pasar más tiempo antes de tomar a estas preguntas con la seriedad que se merecen.

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