miércoles, agosto 27, 2008

Sobre las estrategias de comunicación del narco

Fueron al menos 11 las mantas que hicieron su aparición de manera simultánea en diversos puntos del país. En ellas se acusaba a autoridades federales, estatales y municipales de estar coludidas con el crimen organizado. La denuncia en sí no es ninguna novedad. En los últimos días varias organizaciones de la sociedad civil, incluso hay quienes a título personal han señalado la falta de seguridad y la impunidad que afecta a México.

Lo atípico en este caso, por lo tanto, no reside en el contenido ni necesariamente en la forma sino en la firma: grupos del narcotráfico que con esto confirman lo que es una verdad sabida, la delincuencia organizada en nuestro país diseña y pone en marcha estrategias de comunicación para impulsar una agenda.

Lo hace cuando luego de asesinar a una persona coloca sobre su cuerpo una manta o cartulina con la leyenda "por solplon", acto evidentemente pensado para inhibir cualquier proyecto de denuncia y participación social. La delincuencia hace también comunicación cuando acompaña al cuerpo sin vida de una victima de secuestro con la frase "por no pagar", y lo hace con toda claridad cuando como ahora, coloca mantas por todo el territorio nacional para mermar la ya de por sí disminuida confianza en las autoridades.

La pregunta por tanto no es cómo ni por qué lo hace sino qué debe hacer el resto de la sociedad. En primer lugar, los medios de comunicación que son los primeros destinatarios de estas estrategias de difusión. Como ocurre con cualquier otro actor, los delincuentes emplean a los medios como cajas de resonancia para su información, y de manera involuntaria, los periodistas terminamos jugando el papel de voceros al reproducir - y por ello multiplicar - los mensajes sembrados por esos grupos, y al hacerlo, desincentivamos la participación de la sociedad al tiempo que debilitamos aún más a los distintos gobiernos.

Por ello deberíamos tomar distancia de esta dinámica perversa. Bajo la premisa de que la denuncia de los medios es su función social hemos caído en un rol indeseable. Debemos dar cuenta, es cierto, de lo atípico, lo disfuncional, y la violencia es sin duda la ultima expresión de esa deformación social. El problema es que los medios no podemos apegarnos a esa justificación, por lo demás también cierta, sin mirar las consecuencias de nuestros actos.

Toca a los periodistas tener este debate largamente pospuesto o en el mejor de los casos sólo desarrollado de manera parcial. Hace falta definir qué se está cubriendo y cómo se esta cubriendo. Qué relación se está construyendo con las estrategias del narco. Qué efectos sociales y políticos se genera con la cobertura de los medios. Cómo ayudar a la sociedad a enfrentar este problema. Cómo ayudar a las autoridades que están haciendo bien su trabajo.

Para que tenga éxito esta reflexión es recomendable que se haga de manera abierta a la sociedad. Como una postura editorial que se toma de cara a la población. Incluso, como un ejercicio que vaya más allá de un medio en particular para que se convierta en una reflexión gremial. En este proceso será necesario aprender de experiencias internacionales como la colombiana o la española, cuyos medios han aprendido a lidiar con las estrategias y tácticas de grupos que actúan en contra de la sociedad, ya sea que se trate de grupos guerrilleros, paramilitares, delincuencia organizada o terrorismo.

Pero esa es sólo una parte de esta historia de necesaria contención, toca también a la sociedad entender y neutralizar las estrategias de comunicación del narco. Para ello, los ciudadanos también debemos aprender a preguntarnos sobre sus medios, sus lenguajes, sus causas y efectos. ¿Qué quieren lograr en la población?, ¿qué pasa si tienen éxito?, ¿quién gana y quien pierde con sus estrategias? No cabe duda que las campañas de esos grupos son cada vez más sofisticadas, y eso nos guste o no, nos obliga a que como sociedad seamos cada vez más conscientes, cada vez más inteligentes. Los asesores de esos grupos están haciendo su tarea, hagamos nosotros la nuestra.

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