domingo, septiembre 04, 2005

Yu gi oh global

El duelo se abrió con la carta de Katrina. Sorprendido, George W. Bush tardó mucho en responder. Asesorado por su equipo sólo encontró una tarjeta de defensa en la que aparecía el propio Presidente, mirando conmovido por la ventana de un avión mientras sobrevolaba la zona afectada. De poco le sirvió esa imagen, que en vez de generarle puntos, provocó una reacción más agresiva. En una respuesta coordinada, una serie de nuevas tarjetas hicieron su aparición: las imágenes de las personas pidiendo ayuda desde los toldos de sus casas, los reclamos de los damnificados que se sentían abandonados en los supuestos albergues y el reproche de las autoridades locales.

A la par de esa ofensiva apareció la tarjeta con la imagen de los saqueos. Bush pensó que tenía una oportunidad y jugó la carta de la mano dura: “tiren a matar”. Frente a los puntos de la tragedia, poco valió la táctica de la firmeza. Al contrario, le sacaron la carta del racismo.

Atemorizado, el Presidente veía cómo sus puntos bajaban rápidamente. Si no hacía algo perdería pronto este duelo. Alguien sugirió usar la carta del Ejecutivo protector. La presentaron una y otra vez: ora abrazando a una víctima, ora consolando a otra. Había que explotar esa imagen a como diera lugar.

Sorpresivamente, otros dos participantes decidieron entrar al encuentro. Sonrientes, Hugo Chávez y Fidel Castro decidieron que era buen momento para jugar con Bush. Con inteligencia y malicia pusieron sobre la mesa la carta de la “desinteresada ayuda”. ¿Con qué intención? Primero, mostrar que la tenían. Los pobres, los rebeldes, los enemigos del sistema, con unas cartas impactantes: en una, mil quinientos médicos se mostraban listos para atender la emergencia, en la otra, los barriles de combustible estaban disponibles con la generosidad que sólo pueden mostrar los grandes. Sin duda, malas noticias para Bush.

Afortunadamente recibió otra ayuda en su defensa. El jugador mexicano le prestaba su carta especializada en el manejo de desastres. Frente a las tarjetas de Hugo y de Fidel que le quemarían la mano si las tomaba, la de Vicente resultaba muy atractiva. El mexicano estaba satisfecho porque sabía que con eso ganaba puntos y podría agregar otras cartas a su mazo: la de los soldados mexicanos entrando a territorio norteamericano mientras la gente les aplaudía, la de George agradeciendo la ayuda a las tropas mexicanas, la de Bush conversando amigablemente con Fox en la sede de la ONU.

El mexicano había terminado su intervención en el juego. No así su colega norteamericano que se volvía a topar con la carta de la falta de respuesta, agraviada con la tarjeta de Irak. La combinación parecía letal. Para su fortuna, descubrió una de sus viejas armas, la imagen del combate al terrorismo, que tiene como símbolo a dos torres gemelas. Confiado en su poder las presentó sin pudor. “11-S le gana a Katrina”, afirmó. No fue así.

Hasta ahora parece que la otrora poderosa imagen ya no tiene su carácter ofensivo, y apenas le ha servido para ganar algo de tiempo. Desesperado intentó censurar al adversario: “No se vale mostrar a los muertos”. A nadie ha gustado su manotazo. Finalmente, en su más reciente movimiento, George W. Bush ha sacado una baraja defensiva: Mea culpa, ha dicho. Veremos si le sirve de algo.

En los tiempos de la mediocracia, en donde las imágenes pesan más que los discursos, aparece el Yu Gi Oh como una nueva manera de analizar la lucha política. Quienes conviven con niños menores de 10 años lo saben bien: una sola tarjeta pude cambiar el curso de todo un duelo. La explicación es simple, en el juego como en la vida real, cada imagen tiene un poder ofensivo o defensivo. Se suman o se pierden puntos según se muestren, reciban o combinen. Esta fue la crónica del más reciente duelo a escala global del popular juego de cartas japonés.

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