lunes, octubre 24, 2005

El reto de Felipe

Resulta difícil negar que Felipe Calderón es la figura política del momento. Considerado por muchos como un aspirante condenado a la derrota frente al “candidato oficial”, el michoacano demostró que en política – como en el béisbol – es peligroso cantar por anticipado el resultado final. Con una campaña a contracorriente, Calderón se hizo de un triunfo estratégico cuando logró colocar en los medios la idea de que su candidatura era realmente competitiva. Cuando aún se encontraba muy lejos de Santiago Creel, el ex Presidente del PAN tuvo la capacidad de difundir un mensaje clave...
, aunque no necesariamente cierto en ese momento: su campaña iba al alza, mientras Santiago se desplomaba. Aprovechando la mala relación con los medios de su principal competidor fue ganando terreno tanto en la prensa nacional como en la internacional, siempre apelando a la imagen del “candidato del partido” frente al “candidato del poder”.

La estrategia funcionó y llegó a su punto cumbre con la primera ronda de votaciones. Calderón sorprendió a todos, incluso a si mismo, pues no esperaba tan buen resultado. A partir de ese punto todo fue como un bola de nieve que crecía conforme avanzaba el proceso electoral panista: la llamada de Fox, la visita a Los Pinos, todo orientado a reforzar una imagen que terminó de dibujarse en la elección del pasado 23 octubre.

Mientras esto ocurría, Calderón logró colgarse un nuevo atributo: ser reconocido como el precandidato del PAN capaz de competirle en serio al PRI y al PRD. No obstante que hasta este momento no hay ninguna encuesta pública que avale ese dicho, la idea fue adquiriendo cuerpo gracias a la posición de columnistas políticos como Julio Hernández López y Ciro Gómez Leyva, colaboradores de La Jornada y Milenio, respectivamente.

Hasta aquí Felipe ha logrado triunfos importantes, y ya enfocado en la elección del 2 de julio ha delineado lo que parece ser su estrategia: convertir el proceso electoral en un plebiscito entre el pasado y el futuro; el pasado político encarnado en el PRI; el pasado económico represando por el PRD.

En principio el planteamiento parece adecuado desde el punto de vista estratégico pues está claro que el reto – tanto del panista como del PRD – es reducir la contienda a una disputa entre dos opciones para así captar tanto el voto anti-PRI, como el de los indecisos. De ahí que Andrés Manuel López Obrador ya haya definido su propuesta como una elección entre el cambio que favorece a los pobres, frente a la continuidad elitista del “PRI-AN”.

En contraste con estos dos actores, el objetivo del PRI debería ser mantener el proceso sobre tres participantes, para que sea el voto duro de cada partido el que defina el resultado, a sabiendas de que a la estructura nacional del tricolor –esa que ha dominado y fortalecido Roberto Madrazo – está muy difícil que le ganen sus rivales si compiten por separado y con representantes fuertes.

¿Cuál es entonces el reto de Felipe Calderón? En primer lugar, enfatizar sus diferencias ante sus contendientes. No parece imposible. Los dos – tanto AMLO como Madrazo – tienen ligas con el PRI, y para una parte del electorado no son su primer opción pues les atribuyen una imagen negativa. Lo difícil será, en un inicio, convertir esas posibles diferencias en argumentos de peso para el electorado. Si Calderón quiere ganar, necesita dejar de ser visto “como el menos malo”, para convertirse en una opción positiva.

En ese sentido, tiene que despertar entusiasmo o está perdido, y para eso requiere construir una relación emocional con sus potenciales votantes. El asunto no es sencillo pues tiene enfrente a Andrés Manuel López Obrador, un político que crea vínculos muy fuertes: se le quiere o se le teme. Calderón por su parte tiene fama de ser un hombre distante, poco amable y a veces hasta soberbio. Esta imagen tendrá que cambiar.

El verdadero reto de Calderón será capitalizar sus fortalezas: juventud, fama de honesto y de hombre de familia, y convertir sus debilidades en puntos a su favor; transformar su soberbia en confianza en si mismo; su frialdad en ecuanimidad, etc. Si lo logra y se convierte en un candidato que inspire confianza, como ser humano y como político, entonces sí, Felipe puede pensar en competir seriamente por la Presidencia de la República.

VER:
Guía para mirar la lucha en lodo.

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