lunes, julio 04, 2005

Y soy rebelde

Malditos aguafiestas. Justo cuando el asunto parecía quedarnos más o menos claro, tenían que venir a enredarlo todo de nuevo. Me refiero a Joseph Heath y Andrew Potter, un par de candienses que recién llegaron a México a través de su primer libro “Rebelarse vende. El negocio de la contracultura”. Pero, ¿qué hizo este par que merece tal bienvenida? Pues nada menos que venir a cuestionar nuestra apreciada contracultura, aquella que de unos años para acá nos había señalado el camino para la nueva revolución, aquella que había certificado su paisana Naomi Klein, en su célebre “No Logo”, el libro que ha sido descrito como “la biblia de los globalifóbicos”.

Quizá ustedes no hayan leído el texto y no sepan de lo que les estoy hablando, pero seguro conocen su contenido, que cada vez ha permeado más en ciertos debates públicos. En pocas palabras, Kleim hace una feroz critica del capitalismo neoliberal que poco a poco se ha apoderado de los gobiernos, las sociedades y hasta nuestras conciencias y estilos de vida. Con cientos de ejemplos y una sólida documentación, la autora muestra la explotación y la inequidad que reina en el planeta y señala como responsables a las grandes marcas que se repiten en los anuncios de buena parte del mundo.

De la mano de esta periodista, bien podríamos enlistar a una serie de autores y Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que han retomado muchos de estos argumentos para plantear lo que consideran es su lucha política. Enfocados generalmente en el consumo, han reivindicado al poder de compra como la herramienta más poderosa para moldear al mundo. Tan exitoso ha sido este movimiento que desde hace varios años hay un importante número de empresas que han hecho de esta causa su bandera y estrategia de mercadotecnia, desde Body Shop hasta Starbucks, todos reivindicando el cuidado del medio ambiente, el pago de salarios justos, y el respeto a los derechos humanos, entre otras cosas.

Hasta ahí nada podemos reprocharle sino más bien reconocerle a esta movimiento crítico, que tiene su expresión más visible en las movilizaciones internacionales contra los grandes organismos cupulares, ya sean de carácter financiero o multinacionales como el G-8, el FMI o el Banco Mundial. El problema comienza cuando encontramos a analistas como éstos que nos vienen a decir que lo que nosotros creíamos que era rebeldía, no es sólo una parte más del monstruo capitalista, sino su corazón mismo.

Partiendo de la imagen del rebelde como el inconforme, es que afirman que es esa la conducta que mantiene funcionando a la maquinaria capitalista. ¿Quién compra sino el que está insatisfecho con lo que tiene? Contradiciendo aquella premisa que sostiene que el consumidor es un ser pasivo y conformista, Heath y Potter aseguran que son los “alternativos” los que jalan el carro al buscar nuevos patrones de conducta – y por ende de consumo – que terminan convirtiéndose en los modelos a seguir. Lo mismo pasa desde el turismo mochilero – que revela nuevas zonas explotables – hasta las modas alternativas de los punks, el piercing, o la moda del hip- hop. – que terminan convertidos en símbolos de lo actual, o lo que los americanos llaman lo cool. ¿Consumir productos naturistas? Muy bien, ya habrá quien los comercialice, los venda como oro molido y los convierte en el nuevo distintivo de lo sano.

Hasta aquí el argumento invoca más el pesimismo que al acción, sin embargo lo novedoso del planteamiento – si es que se le puede considerar así - es que terminan coincidiendo con los politólogos y sociólogos de las generaciones que les antecedieron, porque para estos autores, la única posibilidad de transformar las cosas – y en ese sentido ser un auténtico rebelde – pasa por reconocer las bondades del sistema que se critica, identificar sus fallas específicas y recuperar la política – aburrida pero necesaria – de los debates especializados y la lucha desde los órganos formales de poder.

Para que nos entendamos, si seguimos el hilo de argumentación de los autores, hace más por los pobres un instrumento como el Seguro Popular que el consumo en Body Shop; las políticas de la Semarnat tienen mucho más impacto en el medio ambiente que cualquier campaña contra una empresa contaminante; y la discusión de una reforma fiscal puede cambiarle la vida a más personas que todo el “consumo justo” promovido por Starbucks. Claro que el pecado de este enfoque es que resulta poco popular, cuando habíamos encontrado la manera de pasárnosla bien y al mismo tiempo salvar al mundo. (¿A poco no es para enojarnos?)
¿Qué nos queda después de esto? Volver a la política, esa que unos y otros nos hemos encargado de desacreditar; desconfiar de cualquier liderazgo mesiánico que nos prometa una transformación radical, y hacer un esfuerzo por encontrar la manera de combinar el entusiasmo del activismo “rebelde” con la trascendencia de la acción política tradicional. Está claro que el panorama no se ve nada fácil, pero después de leer este libro parece que no hay mucho para donde hacerse. Ni modo, tan a gusto que estábamos, caray.

1 comentario:

darkolina dijo...

Hola.. Hace unos dias termine de leer No Logo; Me confundió mucho mas, solo me hace verlo todo como un circulo vicioso consecuente al gran capitalismo..
Todo es parte del sistema..! Agh!..
Btw: Nice post!..
salU2**