martes, noviembre 08, 2005

¡Ahí vienen las campañas! (Reciclado)

Hola. Más tarde espero subir un texto actualizado pero por lo pronto, para quienes visitan diariamente este blog y buscan leer algo nuevo, aquí les dejo un artículo que escribí para las campañas del 2003. Lo revisé con cuidado y creo tiene sentido para los tiempos que estamos viviendo. A ver qué les parece.
Como cada tres años, un ejército de hombres y mujeres se preparan para ganar nuestras mentes y lograr que al momento de estar solos frente a las boletas electorales, terminemos cruzando el logotipo de su partido político.

Para cumplir esta misión, candidatos, estrategas electorales y expertos en marketing político, estudian el comportamiento del electorado y diseñan spots de radio y televisión, slogans y espectaculares, para tratar de convencernos de que elegirlos es la vía más corta para ver nuestros sueños hechos realidad. Ante una opinión pública cada vez más escéptica, estos hombres y mujeres despliegan su arsenal para intentar seducirnos y de entre ellos, merece atención especial un recurso que lamentablemente se ha convertido en la base de la comunicación política durante las campañas: la disputa por la apropiación de los valores.

En teoría nuestras decisiones electorales no deberían ser complicadas: ¿A usted le preocupa el desempleo y cree que el Estado debe tener grandes programas sociales para combatirlo? Elija un partido de izquierda. Ah, pero si usted está convencido de que la vía para enfrentar ese problema son las exenciones fiscales a las empresas, entonces vote por la derecha. Sencillo ¿no?. El problema es que desde hace varios años las cosas son mucho más confusas.

Entre el triunfo del libre mercado y la dudosa formación de nuestros políticos, la realidad es que cuando los candidatos electos ya son gobierno, parece misión imposible distinguir entre quienes tienen un origen de derecha o de izquierda. A eso debemos sumarle que en plena campaña todos quieren atraer el mayor número de votos, así que perfilarse claramente en un sentido o en otro puede hacerlos perder electores potenciales.

Así que para no quedar mal con nadie – o disimular si se carece de propuestas concretas - lo mejor es apropiarse de un valor que a todos guste y que sea tan ambiguo que permita a cada quien escuchar lo que mejor le convenga. Que tal, por ejemplo, la idea del “cambio” como bandera electoral. “El cambio que a ti conviene” o en su nueva versión: “Quítale el freno al cambio”. ¿Que significa eso? Pues que si eres de derecha el “cambio” implica las exenciones fiscales mientras que si eres de izquierda equivale a crear subsidios para el desempleo. Tú eliges el contenido que se ajuste a tus preferencias.

¿Otro ejemplo? Qué tal la propuesta de la “esperanza” que utilizará el PRD en esta campaña. Además de ser el mismo término que emplea López Obrador para publicitar sus obras (“La Ciudad de la Esperanza”), es sin duda, un concepto tan ambiguo que puede tener tantos significados concretos como personas la escuchen. Para completar el cuadro, no conozco a nadie que considere a la “experiencia” como un elemento negativo, de ahí que el PRI se apoye en este valor para tratar de reconquistar al electorado mexicano.

Así que la fórmula es sencilla: adoptar valores que nadie pueda criticar, aprovechar la ambigüedad de los términos para llegarle a todos sin comprometerse a nada, y plantear la campaña en términos plebiscitarios: a favor o en contra del cambio, a favor o en contra de la esperanza de una vida mejor, etc.

En los próximos dos meses los ciudadanos estaremos expuestos a millonarias campañas en medios que tendrán como eje central la difusión de supuestos valores, de la mano de campañas negativas en las que los partidos intentarán demostrarnos que su competencia carece de los valores que la sociedad requiere: transparencia, honestidad, experiencia, etc.

En pocas palabras, ante la ausencia de propuestas de fondo los partidos se distinguen por los valores que dicen representar. Frente a esta realidad, la sociedad civil organizada – y en particular los medios de comunicación – son los únicos que pueden ponerle trabas a esta danza de simulaciones y de falsos debates, y obligar a los distintos partidos y candidatos a que presenten propuestas concretas a la ciudadanía. Sólo así podremos elegir con verdadera información en la mano o al menos podremos reclamar si después no cumplen con sus promesas de campaña.

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