sábado, febrero 11, 2006

Lecciones de Magritte

(Artículo publicado en la revista Etcétera de febrero)
En 1929, el pintor belga René Magritte creó La traición de las imágenes, sin duda, uno de sus cuadros más famosos. En el mismo, podemos ver a una pipa flotando por encima de la siguiente leyenda: “Ceci n´est pas une pipe” (Esto no es una pipa). El objetivo del cuadro, según explicara el propio autor, era llamar la atención sobre una obviedad: las pinturas, por más realistas que sean, son simples interpretaciones y no los objetos en sí. “No se cansaron de hacerme reproches – lamentaba el artista - Pero, ¿puede Usted llenarla? No, claro, se trata de una mera representación. Si hubiese puesto debajo de mi cuadro “Esto es una pipa”, habría dicho una mentira.”

La referencia viene a cuento pues frecuentemente al leer un diario o ver la televisión, siento unas incontenibles ganas de gritar: “¡momento, eso no es una pipa!”, porque contrario a lo que pudiera indicarnos el sentido común, existe un ejército de hombres y mujeres que cotidianamente confunde – confundimos, debiera decir – una cosa con la otra. Mítines de varias horas de duración, vistos baja la mirada experta de los periodistas, se transforman de pronto en notas de veinte o treinta segundo de duración; discursos de funcionarios y testimonios en general, que bien ocuparían varias planas de ser transcritos, se convierten con rapidez en historias de no más de tres párrafos. Esa es, en buena medida, la razón de ser del periodismo: tocar y oler la pipa, para después pintarla.

En su ejercicio cotidiano, los periodistas exprimen la realidad privilegiando ciertos rasgos sobre otros, a partir de la mirada de sus editores que con el paso del tiempo se va sumando a su propia capacidad de lectura, hasta que son capaces de detectar “la nota” en cuanto la tienen enfrente. Los buenos reporteros, por tanto, nunca intentarán la locura de reproducir “todo”, sino su mejor versión de la realidad.

Los problemas empiezan cuando se confunde la obra con el original. En ese momento, quienes tienen frente a si a una simple representación, juzgan como si pudieran llenar la pipa. “¿No que Fox iba a resolver el problema de Chiapas en quince minutos?” Falso. O al menos, falso a medias, como suele ocurrir cuando una cita es sacada de contexto. La conocida frase, que suele aparecer sin el resto de la declaración que condicionaba el acuerdo a la voluntad del Subcomandante Marcos, sirve como ejemplo para ilustrar un hecho tan común como el respirar.

La realidad es que conductores, analistas y consumidores de medios en general, usualmente sólo somos testigos de las representaciones y no de los hechos en sí, aunque eso no suele detenernos al momento de emitir nuestros juicios. Tener esta distinción presente es casi una obligación moral en los tiempos que estamos por vivir.

En los próximos meses, todos los días seremos bombardeados con noticias y propaganda de los aspirantes a la Presidencia, y será a través de las mismas que en buena medida decidiremos cuál será el futuro inmediato de nuestro país. Ante esa responsabilidad no podemos permanecer pasivos. Acostumbrados a poner la lupa sobre el objeto representado – los políticos - o el pintor – los medios -, también debemos trasladar la crítica sobre nosotros, los observadores.

¿Qué nos toca hacer? En primer lugar, distinguir entre los hechos y las interpretaciones, lo que nos obliga a comparar las distintas visiones de un mismo objeto. En otras palabras, diversificar nuestras fuentes de información.

Por fortuna, esa obligación coincide con una fortaleza de los electores del siglo XXI: hoy, basta una computadora con Internet para acercarnos más hacia el objeto. Nunca como ahora, los ciudadanos tendremos a nuestra disposición páginas oficiales de los candidatos, sus partidos y simpatizantes. A eso se sumarán los sitios especializados en el proceso electoral, que se estarán disputando la atención con los cientos de blogs - como el que mantiene este autor: www.2dejulio.blogspot.com -que en los próximos meses nos ofrecerán muchos rostros de una misma realidad.

No hay lugar para pretextos: frente al desfile de pinturas que se anuncian sobre el horizonte, a los ciudadanos nos toca hacer nuestro mejor esfuerzo para buscar la pipa original.