sábado, octubre 17, 2009

Radio 2.0

(Artículo publicado en la revista Etcétera del mes de octubre)

Ya lo sabemos, cada nuevo medio de comunicación augura la muerte de sus antecesores. La radio mataría a la prensa, la televisión a la radio y la Web a la televisión. Hasta ahora, como es evidente, ninguna de esas profecías se ha cumplido. Vamos, hasta hace poco recibí un telegrama de un gobierno estatal felicitándome por mi cumpleaños (aunque llegó en septiembre y yo nací en enero, pero se entiende el punto).

Y en esta dinámica es comprensible que haya quien ante el boom del iPod y sus competidores, la descarga de canciones y el fenómeno de los podcast que permiten escuchar cuando se quiera sin tener que seguir pautas de programación, augure que los días de la radio están contados.

Como conductor y directivo de un espacio de noticias, pero en especial como radioescucha, yo apuesto a que eso no va a ocurrir. Permítanme compartir las causas de mi optimismo. El mejor ejemplo lo viví durante el periodo de influenza. Una etapa en la que sobraba información pero en la que la gente estaba pegada a su radio. La razón es que en momentos de crisis la población no sólo quería saber qué estaba pasando sino quería encontrar tranquilidad. Y para eso, nada mejor que la calidez de la voz.

La radio es irremplazable frente a la prensa escrita por su capacidad de generar información en tiempo real; ha sobrevivido a la televisión por su flexibilidad, y sobrevivirá a la Web porque ofrece el contacto humano que ninguna pantalla puede entregar.

De tal forma que, como suele ocurrir, ante el surgimiento de nuevos medios, los otros se ven obligados a definir su especificidad para poder sobrevivir a la competencia. Este proceso, además, se ve acompañado por la incorporación de los nuevos elementos tecnológicos. Y en el caso de la radio esto es evidente.

Como ejemplo, ahí están los programas que no sólo impactan a las audiencias en el momento que se transmiten, sino que ahora aumentan su potencial por aquellos que pueden escucharlos de manera diferida.

Pero más que ese fenómeno, lo que me parece más interesante son las formas de interacción. Tradicionalmente, la radio ha gozado y presumido de ser un medio mucho más interactivo que la prensa y la televisión, gracias al teléfono que le ha permitido escuchar o leer la opinión de su público. Hoy, esa capacidad se ha multiplicado por la gracia de la Web, que ahora permite que a través de Twitter y Facebook los radioescuchas participen, incluso en tiempo real con el desarrollo de los programas.

En mi caso, en los últimos seis meses he podido tener un diálogo constante, incluso mientras estoy al aire. A través de esos canales adelanto los contenidos que estamos por transmitir, recibo preguntas para los entrevistados, difundo la información que aporta el propio público –desde el estado del tiempo hasta el tráfico– y vivo una retroalimentación mientras hablo.

Esta combinación –de Web con radio tradicional– puede hacer mucho por la comunicación y por el periodismo. Por eso, en estos tiempos de cambios, para la radio lo mejor está por venir.

1 comentario:

Edgar D. Heredia Sánchez dijo...

La vida mediática con las NTI

Definitivamente las NTI han cambiado las dinámicas laborales de los medios de comunicación y las expectativas de información de la sociedad, como bien dices cada nueva herramienta pareciera ser la condena capital de los medios que le han antecedido, ni el internet ha sepultado a los libros o medios impresos, ni lo va hacer, antes la discusión es quién modifica a quién, quien se vale de que herramientas y quién mantendrá la prevaleciencia, pero la aparcición y emergimiento de uno antes que suponer la desapacición del otro supone la paparición de nuevas dinámicas de trabajo, lo que si se hace necesario es un código de comportamiento ético, donde la prreminencia y la batalla por la exclusiva no debe someterse al apetito de las masas. El poder de penetración de los medios es tal que cualquier desviación involutanria o peor aún dirigida demule prestigios y carreras, el imperio de un código de conducta se reclama como inneludible.