La relación entre México y Estados Unidos está en proceso de redefinición. Al menos desde la perspectiva de nuestros vecinos, que desde hace varios meses han sido claros en establecer la nueva agenda de la relación bilateral. Para ellos, según se desprende de sus académicos, funcionarios de mediano y alto nivel, es claro que el foco de atención está puesto sobre el problema de la inseguridad. Palabras más, palabras menos, el mensaje es el mismo: el problema del narcotráfico en México está fuera de control y es urgente su ayuda pues se ha vuelto un problema para la seguridad nacional.
Y es con esa agenda que en estos días y semanas veremos en México a tres secretarios del más alto nivel: Hillary Clinton, Secretaria de Estado; Janet Napolitano, Secretaria de Seguridad Interna y Eric Holder, Secretario de Justicia. Funcionarios cuya misión será sacar adelante la agenda marcada por su jefe, el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
Hasta aquí la historia no tiene nada de excepcional de no ser porque se ha reparado poco en cuál es la contraparte de esta historia. ¿Cuál es la agenda que tratará de sacar adelante el gobierno mexicano en esta nueva relación? Perspectiva que lamentablemente no aparece con claridad.
Durante los últimos meses, tanto los medios mexicanos como las autoridades hemos girado en torno a sus temas. Horas de transmisión en radio y televisión, así como decenas de planas, han sido dedicadas a escribir sobre el carácter o no de México como un "estado fallido", término puesto sobre la mesa por las agencias de los Estados Unidos.
En todo esto tiempo, mucho se ha hablado de la violencia del narcotráfico e incluso de cómo sus efectos se resienten cada vez más del otro lado de la frontera; sin embargo, poco se ha dicho en nuestro país sobre la dimensión del fenómeno de las adicciones en los Estados Unidos. El tema del mercado que motiva este conflicto, así como la corrupción que se vive en aquel país sólo ha sido destacado cuando el Presidente Calderón ha hablado del tema.
En México no tenemos una visión integral del problema. Nos asumimos como la causa y no como la consecuencia de esta grave situación, de ahí que no contemos con una perspectiva nacional sobre la mejor manera de abordar el conflicto. Esta carencia no es menor cuando se tiene enfrente como interlocutor al país más poderoso del mundo, quien además parece tener muy claro -aunque no para el gran público - cuáles son sus objetivos en esta nueva etapa de la relación.
No hay duda de que hoy nuestro país es prioridad en la agenda del gobierno estadounidense. La gran pregunta es cómo vamos a aprovechar esta situación en beneficio del país; si seremos capaces de cambiar la perspectiva, salir de la defensiva y desplegar una estrategia que nos permita sacar adelante nuestros temas: migración, comercio, combate a las adicciones, límites a la venta de armas, apoyo al desarrollo, etc.
Vienen semanas de definiciones. Los políticos mexicanos deberán estar especialmente atentos pero no pueden ser los únicos; nosotros, como ciudadanos y como medios de comunicación, tenemos que entender qué es lo que está en juego para poder actuar de la mejor manera. El tiempo nos dirá si todos los actores estuvieron a la altura de las circunstancias.